Acerca de

la foto (9)

Cuando estoy en un mercado soy feliz. Cuando me siento un domingo en una mesa a disfrutar de una buena comida soy feliz. Cuando me pongo el mandil y empiezo a darle a la sal, al aceite frente al fuego soy feliz. Cuando tengo una conversación con alguno de mis amigos sobre cocina, soy feliz. O cuando me llega un whatsap con un «tenemos que venir a este sitio». También soy feliz cuando me topo con un pequeño negocio que está ingeniándoselas para diferenciarse y crear comunidad ofreciendo nuevos productos, nuevas experiencias. Soy igual de feliz disfrutando de unas buenas tapas en un bar de toda la vida como de una minuciosa puesta en escena de un buen restaurante.

Me gusta el buen sushi, y no cualquiera. Soy capaz de matar por una paella y persigo el arroz perfecto. Si hay tarta de manzana mi religión me impide pedir otra cosa. Cuando probé la tarta de zanahoria de La Mojigata tuve una experiencia sensorial, nunca igualada por otra tarta. Me encanta el sabor del mar por lo que siempre estaré abierta a una buena mariscada: mejillones, erizos, burgaillos, ostras, lapas, son de las cosas que más disfruto con una cerveza o vinito blanco bien fresquitos. De mi padre aprendí muchas cosas, entre ellas que la carne, cuanto más roja, más sabrosa.

Siempre he sido de cocinar guisos, un buen cuchareo donde todo va a ojo, sin medidas y sin control, solo un buen chup-chup. Sin embargo, hace unos años me entró la curiosidad por el tema dulce, los cupcakes y para mis amigos y conocidos parece que soy una experta. En realidad hace tiempo que reniego de ellos a favor de los miles de postres y dulces que hay por ahí mucho más deliciosos y sugerentes que una magdalenas vestidas de largo.

La memoria

Mi abuela Beatriz sabe cocinar 10 platos, pero todos saben a gloria. Yo quiero saber dar tanto sabor con pocos ingredientes a los platos. Un arroz nunca supo tanto a mar con cuatro gambitas y unas almejas.

Mi madre odia el pescado y «soy hija y hermana de pescadores». Dice que no le gusta cocinar y que lo hace porque no tiene más remedio. Sus recetas, y aunque no lo dice, ni alardea, son las de las mujeres de la familia. La herencia. Yo quiero saber usar el comino y las ñoras como ella para un buen potaje o hacer una salsa de tomate con ese sabor.

Mi padre es cocinero. Toda una vida ante los fogones cocinando para otros. A veces las recetas no tienen importancia, él va cogiendo un poco de aquí y de allí. Lo importante es que haya gente para comer. Sabe resolver con poco. A veces, es el cocinero de la bodas de Canan. Su arroz, su tocino de cielo y sus empanadas, son sus must.

Mi recuerdos, y tal vez mucho de quien soy,  están anclados a sus guisos. La memoria, mi herencia. 

Soy Jessica Romero, y además, de dedicarme a la comunicación, la cocina la llevo en el ADN. Será cosa del romero.

1 comentario

  1. Nico says

    Ay!! Qué preciosidad de presentacion… Me encanta!! Deseando saberte más y saborearte mejor!!!
    Besos orientales

    Me gusta

    • römero says

      Imagina lo que podemos hacer con un atún… y si es el primero, debe tener todos los saberes y sabores de ahí abajo. Gracias Alfonso!

      Me gusta

Deja un comentario